(A ver si consigo organizar la noche. Analizo una antítesis que hay dentro de mí, y que si se pone la atención suficiente, se puede llegar a comprender)
Egoístamente nos sentimos dolidos porque personas cercanas no quieren contarnos sus problemas, sin saber si quiera si estamos preparados para oírlos, o si vamos a servir para solucionar algo esas grietas interiores.
Puede que no tengamos derecho a asomar la nariz a algo tan ominoso y privado, y nos tengamos que quedar con las ganas de intentar ayudar. Ayudar... ¿quién ayuda en este asqueroso mundo en el que todo se hace por algún interés?
¿Por qué hay siempre que contarlo todo? ¿En serio hace sentir mejor?
Esa es mi postura cuando me piden que cuente algo y en la que me baso para intentar entenderte.
Aún así, después de intentar acallar mis pensamientos con estas maquiavélicas reflexiones, me sigue dando pena que no quieras contarme lo que te ocurre.
Lo mío ya es viejo y no tiene sentido airearlo porque he aprendido a convivir con ello, pero tú no tienes porque ser igual.
A lo mejor es, que aunque no sepamos qué hacer con esos problemas ajenos, queremos controlar en la medida de lo posible la situación, tener todos los datos para poder así cancelar lo que hace daño, o saber un poco mejor qué se puede hacer para calmar ese dolor causado, y el primer paso para ello es saber lo que ocurre.
El problema con esto, es que no todos los que están cerca de ti (por desgracia social) te escucharán y les importarás tanto como para que se vuelvan unos científicos locos y aventurados de tu problema.
Simplemente te escucharán (la mayoría de las veces por morbo) y seguirán casi como si nada. Puede que en ese momento te digan alguna ridícula palabra de falso consuelo, pero al día siguiente, ya lo habrán olvidado.
Eso es lo que jode el asunto, y lo que te hará no querer volver a confiar.
También habrá un segmento de personas a las que sí que les importes un poco más y te escuchen, pero no puedan asumir lo que les dices. Eso no es culpa suya, pero tampoco ayuda.
Te quedas como estabas; sin soluciones, sin bienestar, pero con un añadido sentimiento de fracaso por haber abierto un poco más tus heridas y que no haya servido para nada.
Fracaso mezclado con frustración y decepción quizá.
Por eso ya no hablas, por eso ya no esperas, y por eso, sufres menos.
Yo puedo decirte que empezaré siendo una científica ingenua, pero me formaré para volverme una científica intrépida, buscaré soluciones, observaré, analizaré...
Si después de eso no consigo nada, al menos, no seré una de esas cobardes, morbosas e indolentes personas que se olvidan de ti. Seguiré actuando, estaré ahí, luchando contigo, o tirada en el suelo contigo, hasta que te levantes, hasta que vueles.
Y hay algo que sí puedo decirte con absoluta certeza:
la fastuosidad del ave fénix, se verá eclipsada a tu lado cuando renazcas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario