Unos cimientos mal puestos
que hacen que nos desmoronemos cada poco, que no seamos lo suficientemente
fuertes, que no tengamos anticuerpos.
No juzgo a nadie nunca, porque sé lo que duele ser juzgado
gratuitamente, sin conocer los hechos.
Hay que aprender a desprenderse de los miedos, a no vivir
por nadie. A caminar esquivando las piedras que nos lanza
el destino, y si alguna nos da, a ponerle agua oxigenada a la herida, y seguir
caminando. Y no lo que hacemos normalmente, que nos dedicamos a hundirnos en el
dolor que nos produce ese golpe, a observar la herida y a lamentarnos.
Para todos aquellos, que crecieron sin cimientos, que les
faltó un padre, una madre o su cariño: Si hemos llegado hasta aquí, podemos
llegar a cualquier lado, somos más fuertes de lo que nos creemos, pero tenemos
que demostrárnoslo sólo a nosotros mismos.
Te falta un cimiento, y eres más débil que el resto por
ello ¿y qué?
Nadie ha dicho que no podamos cambiar las
reglas del juego, y construir nosotros mismos ese cimiento que no nos dieron.
Y, si conseguimos con todas estas
dificultades que nos ha dado la vida, salir adelante, y ser felices, seremos mucho mejores que otras personas que
consiguen lo mismo con más facilidades.