"No es que pierda la cabeza por él,
es que desde que ha venido
no dejo de encontrar razones
para querer volver a casa."
Me descoloca, me rompe esquemas, tira mis muros, me hace bailar bajo la lluvia, hace que sienta unas irrefrenables ganas de gritar "te quiero" en todos los pasos de cebra, y lo grito.
Me desduda, mete mano a mis miedos y se los folla, y me hace volar con los pies en el suelo, saltar, abrir los ojos y aullar de alegría en mitad de la calle.
Me encierra en un estado de euforia totalmente nuevo, destroza mis viejos prejuicios y mi manía de querer vivir en una armadura oxidada.
Me pervierte, me enseña, me mata de risa unas cinco veces al día y me resucita con un beso.
La valentía se hace dueña de mi vida cuando baja su mano paseándose por mi cuerpo despacito.
Y encima, lo mejor de todo es que se encarga de hacerme saber en todo momento que él está pasando por lo mismo.