jueves, 21 de julio de 2016

Han pasado veintitrés años y aún me duele haber nacido

¿A ti qué coño voy a contarte si tú nunca has podido contarle nada a nadie?

Primero no pedí nacer,
luego tampoco pedí tener esta sensibilidad de mierda con la que al principio me dolía todo.
Después no pedí que los responsables de mi vida fueran: uno negligente y otra indulgente.
No pedí que cuando todavía era una niña usaseis mi cuerpo como escudo en vuestra masacre.
Tampoco pedí que me limpiaseis después con alcohol y lágrimas.
No pedí estar en medio de vuestra guerra, ni que me clavaseis tenedores en los ojos cuando la bomba estalló y se llevó mis brazos.
No pedí que me ignoraseis cuando decidí hundirme en el pozo que vosotros mismos habíais cavado.
No pedí llenarme de complejos que nunca me intentasteis quitar.
No pedí no tener ninguna base, ni caerme ante cualquier cosa por esta sensación de desprotección continua.
No pedí estas marcas en las muñecas.
Tampoco os pedí ayuda aunque pensé en hacerlo, pero ¿para qué? si este desorden mental se había gestado bajo vuestro techo y lo habíais dado de comer.
No pedí sentirme la más pequeña del mundo a vuestro lado, ni al de todos.

Sí recé cada noche a un Dios que sabía que no existía para que tú, especialmente tú, que después de la explosión decidiste desaparecer, volvieras a conocerme y a abrazarme.

No pedí auxilio cuando decidí ponerme una bolsa en la cabeza porque tampoco pedí nunca estar aquí.

La paja en el ojo ajeno siempre, no vaya a ser que tengamos que arreglar algo.

Me hace gracia tener que oírte criticar a esa familia que tiene tres hijos, cuatro perros adoptados y otros no sé cuantos de acogida porque según tú no pueden tener tiempo para todo y no es ni lógico, ni normal dar cobijo a tantos animales abandonados; cuando tú fácilmente tuviste una hija y la empezaste a hacer un poco de caso sobre los diecisiete años y te piensas que eres un buen padre por llamar una vez a la semana y verla una vez al mes si llega.

La puta rehostia de gracioso, oye.

jueves, 14 de julio de 2016

Ingenua

Como el día que dijiste que después de ese golpe tan fuerte ya no te dolería ninguno más.

Como el día que supiste lo que es la indefensión aprendida.

Como el día que al mirarte las secuelas concluiste que, a veces, luchar es demasiado caro.

Como el día que pensaste que ya estabas recuperada y fuerte.

Como el día que creíste que la felicidad había venido para quedarse.

Como el día que conociste a la estabilidad y te enamoraste de ella, pero ella de ti no.

Como el día que soñaste que ya nunca más ibas a estar triste.