jueves, 11 de junio de 2015

Me compraba chocolatinas a mí sola y cuando venían los primos a vernos las escondía para que no se las comieran


Luego ellos se iban y yo me quedaba.
He vivido con ella toda la vida,
y aunque ya no pueda, lo sigo haciendo.



Aquel junio se hizo hielo y se pararon nuestros corazones.
La primavera tuvo manos de invierno
que jugaban a acariciarnos el alma
y se nos resquebrajó el pecho ese doce que te fuiste.
Lloró hasta el sol, que siempre sonríe.
Y todo se pintó desgana y vacío.
Las margaritas decidieron irse entre tus dedos
 y a partir de ese día ya no hubo más primavera,
ni verano, ni estación donde quedarse a esperarte.
Sólo frío, impotencia
y ojos hinchados.


No sé como es tener un hijo, pero lo que hice contigo supongo que se le parece y por eso, supongo que te quise como tal. Y cuando te fuiste, fue ese motivo por el que supongo que me dolió tanto, y por el que no he dejado de sentir este dolor cortante.

Si hablo de todo lo que aprendí gracias a ti no podría llegar a contarlo todo, pero me quedo con
lo que mi madre tuvo la oportunidad de enseñarme sobre lo bonitos que podían llegar a ser los seres humanos cuando aprendí de ella a cuidarte con mimo.
Que no he tenido hijos, pero te he cambiado de pañal varias veces al día,
te he cogido con mis brazos sujetándote fuerte cuando tus piernas no respondían mientras mi madre te aseaba.
Te he despertado y cambiado de ropa, te he puesto el pijama,
 te he llevado de un lado a otro de la casa cuando no podías, he paseado contigo cuando sí podías.
Te he hecho la comida, te he dado las uvas de nochevieja y los caramelos de café que siempre tenías en casa, y los dulces por tu cumpleaños.
Te he dado de comer con una cuchara tus últimos purés, y con ayuda de una jeringuilla cuando ya no entendías lo de la cuchara.
He ido en la parte delantera de una ambulancia, he pasado noches riéndome con cómo gritabas a los médicos en el hospital. Eres la persona que más me ha asustado con sus desmayos.
 He llorado tus heridas cuando creía que no se podían curar pero mi madre con paciencia lo hacía, y las terminábamos venciendo (malditas escaras) y finalmente he hecho una fiesta por cada herida cerrada.
 He llorado delante de ti y te he abrazado, y me has calmado aún sin darte cuenta.
Te he bailado y cantado tus canciones preferidas, las que me enseñaste, y me has sonreído.
He intentado entenderte todas esas veces que se te cruzaban las palabras. Y te he intentado hacer reír con tu viejo chiste de '¿Qué le dice la sartén al cazo?'
Sacabas fuerza que ni yo sabía que tenía cuando te caías, estábamos solas y creía que no iba a poder levantarte.
Te he quitado mocos, te he dado jarabes, medicinas y risketos. Te encantaban los risketos.

Te he cantado tu canción cada noche esperando que te durmieras con una sonrisa.
Y joder, daría lo que hiciera falta por poder seguir haciéndolo, aunque ya no reconocieras ni mi voz.
Viví casi toda mi vida a tu lado y cuidarte es lo mejor que me ha pasado.
Y ahora 7 meses después de tener que creérmelo porque vi un maldito "exitus" firmado por la médica en ese papel: estoy perdida, sigo perdida desde que te fuiste, muy perdida.

Toma abuela, coge años de mi vida, pero no te vayas todavía.
Que yo sin ti no sé, no sé estar, no sé ir, no sé ser.

No sabes el tesoro que podía llegar a suponer el oírte reír cualquier día, o el verte sonreír al decir cualquier tontería.