Fuimos dos guerreros autónomos
encontrados y unidos ante el mundo.
Ordenábamos el caos quitándonos la ropa,
y así todas las preguntas del mundo dejaban de importar.
Cerrábamos heridas con sólo tocarnos.
Construimos el mundo de cero como si la historia no contase,
y así solíamos conseguir que el pasado no doliera.
Me abrazabas y al mal no le quedaba mas remedio que rendirse.
Cada vez que pronunciaba tu nombre
el cansancio y la desgana se daban la vuelta.
Y así teníamos que haber seguido,
desafiándolo todo.
Pero dejamos de bailar en mitad de la calle,
ya no despegábamos a correr sin motivo.
El silencio fue ganando terreno.
Nos volvimos la víspera de todo y la llegada de nada.
Estrellamos nuestros cuerpos contra la mediocridad.
Le dimos la razón al tedio sin esfuerzo.
Matamos a los besos
y cuando deja de haber besos,
las primeras heridas empiezan a aparecer.
Pudimos ser épicos, estuvimos cerca.
Pero nos convertimos en los asesinos de la primavera.
Nuestra historia nunca fue triste,
lo triste fue dejarla morir.
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